Friday, June 13, 2025

Aviceme el algo”: Por qué escribir mal hoy es una elección, no una limitación

 





📱 “Aviceme el algo”: Por qué escribir mal hoy es una elección, no una limitación



Hace poco recibí un mensaje que me hizo detenerme. Decía: “Si necesita ayuda el algo Aviceme o si quiere ayuda en. Un proyecto que tenga. Para ayudarlo.” En ese instante no supe si reír, preocuparme o simplemente pasar de largo. Pero no lo hice. No lo hice porque detrás de ese mensaje había algo más profundo que un error de tipeo. Había una señal de lo que estamos normalizando como sociedad: la negligencia lingüística en plena era digital.


Yo crecí en una época donde escribir correctamente era una habilidad respetada. Si cometías errores ortográficos, te los corregían. Si no sabías usar bien una coma, alguien te lo señalaba. Pero hoy, con correctores automáticos, inteligencia artificial, y hasta aplicaciones que te leen lo que escribiste, seguir mandando mensajes mal escritos no es un error… es una elección.


Y esa elección tiene consecuencias.





I. ¿Por qué escribir mal ya no es excusable?



Durante siglos, la humanidad tuvo muchas excusas para escribir mal: analfabetismo, falta de acceso a la educación, o incluso barreras idiomáticas. Pero hoy, si tienes un celular con conexión a internet, ya tienes más poder lingüístico que cualquier emperador del pasado. Y sin embargo, se sigue escribiendo mal.


Yo no estoy hablando de errores inocentes o de una dislexia diagnosticada. Hablo de la costumbre de no revisar, de no importar, de dejarle a la suerte algo tan vital como nuestra forma de comunicarnos.


Hoy no necesitas saberte todas las reglas gramaticales. Basta con tener instalado un corrector en tu celular. Basta con copiar y pegar en Google. Basta con leer lo que escribiste en voz alta para notar que algo no suena bien.


Entonces, ¿por qué sigue pasando?





II. El impacto de escribir mal en la vida diaria




1. En lo personal



Cuando alguien me escribe con errores graves, lo primero que se me viene a la mente no es su intención, sino su descuido. Me pregunto: “¿Acaso no leyó lo que envió?” “¿Le parece irrelevante la claridad con la que me habla?”


Una frase mal construida puede sonar grosera, infantil, torpe o hasta peligrosa. Imagina un mensaje como:

“No ay problema boy a tu casa disiendo que tu dijistes que si.”


¿Ese mensaje es una amenaza? ¿Un aviso? ¿Una broma? ¿Una confusión? Nadie lo sabe.



2. En lo profesional



Trabajo con personas que, al escribir un correo o una nota interna, demuestran mucho más que lo que quieren decir. Demuestran si son cuidadosos, si les importa cómo los perciben, si se esfuerzan por comunicar con claridad.


Un solo error gramatical puede costarte un cliente, una entrevista, una oportunidad.


Y no exagero. En el ámbito laboral, las palabras mal escritas son como ropa sucia en una entrevista de trabajo: tal vez no dicen todo sobre ti, pero sí dejan una primera impresión difícil de borrar.





III. Tecnología: tu mejor aliada que muchos ignoran



Vivimos en la era de la corrección automática. Los teléfonos inteligentes subrayan tus errores. Las apps como Grammarly, LanguageTool, Microsoft Editor, o incluso el mismo Google Docs, corrigen tus textos en tiempo real.


Yo tengo activados los correctores en todos mis dispositivos. Me corrigen incluso cuando no quiero. Pero lo agradezco. Porque incluso con años de experiencia, puedo fallar. La diferencia es que me esfuerzo por no hacerlo.


Si alguien me escribe “Aviceme el algo”, no me enojo, pero sí me pregunto: ¿esa persona no tuvo el tiempo de verificar lo que escribió?, ¿o simplemente ya no le importa?





IV. ¿Qué revela una mala escritura?



Una frase mal escrita no solo revela descuido. Puede mostrar:


  • Falta de lectura
  • Falta de interés por mejorar
  • Falta de respeto al receptor
  • Falta de preparación profesional
  • Ausencia de autocrítica



Y lo peor: revela que normalizamos lo incorrecto.


Estamos en una época donde se celebra lo espontáneo, lo informal, lo natural. Y está bien. No todos debemos hablar como académicos. Pero hay una línea clara entre ser casual y ser descuidado. Una línea que, si cruzamos demasiado, afecta no solo cómo escribimos, sino cómo pensamos.





V. El pensamiento comienza con la palabra



Un profesor mío decía: “Si no puedes escribir bien, probablemente no puedes pensar bien”. Al principio me pareció exagerado. Pero con el tiempo lo entendí.


La gramática es estructura, es orden, es lógica. Quien aprende a usar bien el lenguaje, aprende también a ordenar ideas, a plantear argumentos, a analizar y sintetizar. En resumen: a pensar con claridad.


¿Y quién no quiere eso?





VI. Ejemplos del día a día: pequeñas tragedias gramaticales



  1. “Hojala puedas venir.”
    – ¿Una hoja que desea cosas?
  2. “A ver si te hechas una vuelta.”
    – ¿Se va a tirar una vuelta encima?
  3. “Hay te lo mando.”
    – ¿Está hablando del verbo “haber” o de un lugar?
  4. “Iban a ir pero no fueron porque no ai gasolina.”
    – Toda la frase es una rebelión contra la Real Academia.



Cada una de estas frases puede parecer inofensiva… hasta que no lo es. Hasta que un reclutador te descarta. Hasta que un lector no te entiende. Hasta que tu mensaje se convierte en un meme de mal gusto.





VII. El privilegio de tener herramientas y no usarlas



Me duele decirlo, pero es así: hoy en día, escribir bien es fácil. Muy fácil. Lo que ya no es común es tener la humildad de corregirse, el deseo de mejorar, y la responsabilidad de cuidar el idioma.


En mi vida he conocido personas sin estudios formales que escriben maravillosamente. ¿Por qué? Porque aman el lenguaje. Porque lo respetan. Porque saben que las palabras bien usadas abren puertas, sanan heridas, y unen mundos.


Entonces, ¿qué nos impide a los demás hacer lo mismo?





VIII. Consejos para dejar de escribir como en una cueva



  1. Activa el corrector automático en tu celular y tu computadora.
    • No es infalible, pero ayuda mucho.

  2. Lee en voz alta lo que escribiste.
    • Si suena mal, probablemente esté mal.

  3. Lee libros, artículos, incluso subtítulos de series.
    • Tu cerebro absorbe estructuras sin que lo notes.

  4. Escribe todos los días, aunque sea una nota.
    • La práctica hace al escritor.

  5. Corrige sin miedo, acepta correcciones sin orgullo.
    • Mejorar no es humillante, es valiente.






IX. El mensaje final: tus palabras te construyen (o te destruyen)



Regresando al mensaje con el que comencé:

“Si necesita ayuda el algo Aviceme o si quiere ayuda en. Un proyecto que tenga. Para ayudarlo.”

No sé quién lo escribió. Pero sé que quien lo reciba puede sacar muchas conclusiones… y no todas buenas.


Porque aunque la intención sea buena, la forma puede matar el fondo.


Y no se trata de perfección. Se trata de respeto. A ti mismo, a tu mensaje, a tu audiencia.





X. Una invitación que vale más que mil reglas



Escribe bien. No por vanidad, sino por claridad. No por obligación, sino por responsabilidad. No porque te juzguen, sino porque tú mereces ser entendido con precisión.


Cada palabra que lanzas al mundo dice algo de ti. Y hoy tienes en tus manos todas las herramientas para que eso que dices, lo digas bien.


Así que la próxima vez que vayas a escribir: lee, corrige, piensa y luego presiona “enviar”.


Porque con tanta tecnología, escribir mal ya no es un error. Es una decisión.





1 comment:

Un Momento Fuera del Tiempo: Lo que la Anestesia Enseña sobre el Alma

  Es curioso cómo la mente humana reacciona frente a la idea de la anestesia. No por el dolor, que se sabe ausente bajo su efecto, sino por ...