Saturday, February 8, 2025

La castidad es un principio fundamental en la doctrina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días


La castidad es un principio fundamental en la doctrina de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, y es un tema que va mucho más allá de la abstinencia sexual antes del matrimonio. Es un principio que abarca la pureza de pensamiento, palabra y acción, y que está profundamente arraigado en la naturaleza divina de cada uno de nosotros. Hablar de castidad es hablar de respeto, amor propio, y sobre todo, de la relación que tenemos con nuestro Padre Celestial. Es un tema que, aunque a veces puede parecer difícil de entender o incluso de vivir en un mundo que constantemente nos bombardea con mensajes contrarios, es esencial para nuestra felicidad y progreso eterno.

Cuando hablamos de castidad, es importante recordar que nuestro cuerpo es un regalo sagrado. En Doctrina y Convenios 88:15, se nos enseña que "el espíritu y el cuerpo son el alma del hombre". Esto significa que nuestro cuerpo no es simplemente un vehículo temporal, sino una parte esencial de nuestra identidad eterna. El profeta José Smith enseñó que "no podríamos progresar sin un cuerpo". Por eso, cuidar de nuestro cuerpo y usarlo de manera sagrada es una responsabilidad que tenemos como hijos de Dios. La castidad es una forma de honrar ese regalo.

En el Libro de Mormón, en Alma 39:9, se nos advierte claramente sobre las consecuencias de no guardar la ley de castidad: "No cedas a ninguna tentación, sino que deja que tu virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces te acercarás a Dios, y él se acercará a ti; el Espíritu Santo será tu compañero constante, y tu cetro, un cetro inmutable de justicia y de verdad". Este versículo nos muestra que la castidad no es solo una restricción, sino una protección. Cuando vivimos este principio, nos acercamos más a Dios y permitimos que el Espíritu Santo more con nosotros, guiándonos en nuestras decisiones y fortaleciéndonos en momentos de debilidad.

Pero, ¿por qué es tan importante la castidad? En primer lugar, porque es un mandamiento de Dios. En Éxodo 20:14, uno de los Diez Mandamientos dice claramente: "No cometerás adulterio". Este mandamiento no solo se refiere al acto físico, sino también a los pensamientos y deseos impuros. En el Sermón del Monte, Jesús enseñó: "Pero yo os digo que cualquiera que mira a una mujer para codiciarla, ya adulteró con ella en su corazón" (Mateo 5:28). Esto nos muestra que la castidad no es solo una cuestión de acciones, sino también de intenciones y pensamientos.

Además, la castidad es importante porque afecta nuestra capacidad de sentir la presencia del Espíritu Santo. En 1 Corintios 6:19-20, Pablo nos recuerda: "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio; glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios". Cuando violamos la ley de castidad, profanamos ese templo sagrado y alejamos al Espíritu Santo de nuestras vidas. Sin Su guía, nos volvemos más susceptibles a las tentaciones y menos capaces de discernir entre el bien y el mal.

Pero la castidad no es solo una cuestión de evitar el pecado. También es una cuestión de preparación para el futuro. En La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, creemos que el matrimonio es una ordenanza eterna y que las relaciones familiares pueden continuar más allá de la muerte. Para que esto sea posible, es esencial que entremos en el convenio del matrimonio con pureza y dignidad. En Doctrina y Convenios 132:19, se nos promete que aquellos que se casan en el templo y guardan sus convenios "serán dioses, porque no tendrán fin; por consiguiente, serán de eternidad en eternidad, porque continuarán; entonces serán superiores a todas las cosas, porque todas las cosas estarán sujetas a ellos". La castidad es un paso esencial para alcanzar esta gloriosa promesa.

Sin embargo, vivir la ley de castidad no siempre es fácil. Vivimos en un mundo donde la inmoralidad sexual es común y a menudo se glorifica en los medios de comunicación, las redes sociales y la cultura popular. Es fácil sentirse abrumado o incluso tentado a ceder a las presiones del mundo. Pero es importante recordar que no estamos solos en esta lucha. En 1 Corintios 10:13, se nos promete: "No os ha sobrevenido ninguna tentación que no sea humana; pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar". Dios conoce nuestras debilidades y está dispuesto a ayudarnos si acudimos a Él en oración y buscamos Su guía.

Además, es importante rodearnos de buenas influencias y evitar situaciones que puedan ponernos en peligro. En Proverbios 4:14-15, se nos advierte: "No entres por la vereda de los impíos, ni vayas por el camino de los malos. Déjala, no pases por ella; apártate de ella, pasa". Esto significa que debemos ser cuidadosos con las personas con las que pasamos el tiempo, los lugares que frecuentamos y las cosas que permitimos que entren en nuestra mente. Si nos rodeamos de personas que comparten nuestros valores y nos apoyan en nuestro deseo de vivir una vida casta, será mucho más fácil mantenernos firmes en nuestros compromisos.

También es importante recordar que, aunque todos cometemos errores, el arrepentimiento es posible. En Alma 34:15-16, Amulek enseña: "Y así, él concede a los que se arrepienten y tienen fe en él la oportunidad de arrepentirse; y así, él ha provisto un medio para que escapemos de las garras de este terrible monstruo; sí, ese monstruo, muerte y infierno, que llamo la muerte del cuerpo, y también la muerte del espíritu". Si hemos caído en la inmoralidad sexual, no debemos perder la esperanza. A través de la expiación de Jesucristo, podemos ser limpiados de nuestros pecados y comenzar de nuevo. El arrepentimiento puede ser un proceso doloroso, pero es un proceso que nos lleva a la paz y la sanación.

En última instancia, la castidad es un principio que nos ayuda a recordar quiénes somos y de dónde venimos. Somos hijos de Dios, con un potencial divino. En el Libro de Mormón, en Mosíah 3:19, se nos enseña que "el hombre natural es enemigo de Dios, y lo ha sido desde la caída de Adán, y lo será para siempre jamás, a menos que se someta al influjo del Espíritu Santo, y se despoje del hombre natural, y se haga santo por la expiación de Cristo el Señor". Vivir la ley de castidad es una forma de despojarnos del hombre natural y acercarnos más a nuestra naturaleza divina.

En conclusión, la castidad es mucho más que una lista de cosas que no debemos hacer. Es un principio que nos ayuda a conectarnos con nuestro Padre Celestial, a proteger nuestro cuerpo y espíritu, y a prepararnos para las bendiciones eternas del matrimonio y la familia. Aunque puede ser difícil vivir este principio en un mundo que a menudo lo desprecia, podemos encontrar fortaleza en las Escrituras, en la oración y en la guía del Espíritu Santo. Y si caemos, siempre podemos recurrir a la expiación de Jesucristo para encontrar sanación y perdón. La castidad no es una carga, sino una bendición que nos permite vivir una vida de paz, dignidad y propósito.

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