Tuesday, March 15, 2011

El pueblo y los políticos

Durante el transcurso del tiempo y la vida política siempre nos hemos encontrado con dos grupos el pueblo y los políticos. El pueblo sigue al otro grupo en muchos casos hasta ciegamente pues considera que representan los intereses de las mayorías cuando en realidad los personajes tienen ciertas habilidades que el otro grupo no tiene.

Hoy mencionare a un político salvadoreño que cuando en mi niñez era muy mencionado ya que en ese entonces el estaba en la cima de su carrera.

Nació en 1944 en Sensuntepeque, departamento de Cabañas. Es hijo de comerciantes. Ingresó a la Universidad de El Salvador en los años sesenta para estudiar ciencias jurídicas. Fue demócrata cristiano desde 1965. Ocupó cargos como fiscal de la República (1980), fue miembro del Consejo Central de Elecciones y presidente de la Asamblea Legislativa entre 1985 y 1988, cuando el PDC tenía 33 de 60 diputados. En 1988, se convirtió en jefe de fracción del PDC, hasta que en enero de 1989 se fue para formar el Movimiento Auténtico Cristiano (MAC) luego canto la marcha de ARENA con una prudencia inusual. Mientras los seguidores de ARENA llegaban al nirvana politico con la estrofa “donde los rojos terminarán”, el rostro de Guillermo Antonio Guevara Lacayo parecía siempre ir en dirección contraria a la de la multitud. En la mayoría de los casos guardo una calma extrema.

Pero en septiembre de 1988, la sola presencia de aquel hombre que sobrepasaba los 60 años en un mitin arenero, hubiese significado una especie de herejía para la derecha. Entonces, Guevara Lacayo era el jefe de la bancada legislativa del Partido Demócrata Cristiano (PDC), una organización a la que el fundador de ARENA, Roberto d’Aubuisson, consideraba el caballo de troya para “el comunismo internacional”. Según él, los pedecistas eran “verdes por fuera, pero rojos por dentro”.

La noche de la frase desafortunada, el 1.º de septiembre de 1988, Guevara Lacayo tomó el micrófono y entró a la cancha de la Asamblea Legislativa. D’Aubuisson había sugerido que algunos dirigentes de la cúpula del PDC habían colaborado con la liberación de algunos militantes de la entonces guerrilla del FMLN. Las acusaciones no eran sencillas en un contexto en el que ARENA tenía control de la Asamblea y las encuestas dejaban claro que le arrebataría al PDC la presidencia del país en marzo de 1989.

El democristiano salió al terreno con la enjundia de un jugador que se cree capaz de salvar un partido perdido. Pero entró a jugar sucio: “Usted había ordenado que me asesinaran y me dijo que era cierto que me iba a mandar a matar, pero que ahora no porque somos cheros”, dijo, refiriéndose a D’Aubuisson. Después de repartir zancadillas y codazos verbales contra los areneros —“ahí están los asesinos de mis amigos” y “D’Aubuisson se comparó con un perro por tener olfato político”—, Guevara Lacayo se tropezó con sus mismas piernas. Pidió que se investigara el asesinato del arzobispo de San Salvador, monseñor Óscar Romero.

En la medida en que avanzaba su discurso, su voz cobraba más fuerza. En un momento ya estaba gritando. El alcohol lo traicionaríA. De un momento a otro, salió de su boca una de las frases más polémicas de la historia política salvadoreña: “¡Si hay corruptos, métanlos a la cárcel a todos, y si soy corrupto, métanme a la cárcel; al fin y al cabo, si pude haber robado, robé, pero no tengo las manos manchadas de sangre de salvadoreños!”.

Aquella frase sería el principio del fin de la vida política de un hombre que de dirigente de un partido que la derecha veía como “el instrumento del marxismo-leninismo” pasó a ser militante de ARENA. Una relación que no incomodo ni a Lacayo ni a la dirigencia arenera. El ex pedecista le debe al partido de d’Aubuisson algo de su pensión como funcionario.

Silvia Aguilar, ex-miembro del consejo ejecutivo nacional de ARENA (COENA), justifico la incorporación del antiguo democristiano: “Si nosotros viviéramos del pasado, la amnistía (a los delitos cometidos durante la guerra) no sería una realidad en El Salvador”.

Guevara Lacayo ya no escupía mas al partido tricolor. Al contrario, le entrega una rosa diciendo: “ARENA es la mejor opción para el presente cercano”.

En el 1.º de septiembre de 1988 había todo menos flores en el Salón Azul de la Asamblea. El Salvador, entonces, era tan diferente y tan parecido al de hoy. La polarización entre ARENA y el PDC inundaba la discusión legislativa. El primero había ganado la mayoría de diputados en el congreso y el segundo manejaba el Ejecutivo desde 1984, cuando el democristiano José Napoleón Duarte venció a D’Aubuisson. Los areneros habían utilizado la llave de la mayoría calificada para detener algunas propuestas económicas de Duarte.

El Ejecutivo pedecista para el día en que Guevara Lacayo profirió su polémica frase sufrío una infección en toda su anatomía. Adentro, una pugna por el candidato presidencial amenazaba con dividir al PDC. Pero lo que complico más a los democristianos era el mundo fuera de las cuatro paredes verdes. Aparte de su batalla con ARENA, le hacían la guerra a las cinco organizaciones insurgentes del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). A esto se sumaba las tirantes relaciones con la Asociación Nacional de la Empresa Privada (ANEP) y las cada vez más frías con Washington, que empezaba a ver al arenero Alfredo Cristianí como sucesor de un Duarte.

Las desafortunadas palabras de Guevara Lacayo cayeron sobre un piso lleno de minas. Los periódicos le dieron páginas enteras a la reproducción de las palabras del pedecista; la radio y la televisión las transmitieron y los medios afectos al FMLN las usaron como prueba de que el gobierno de Duarte, apoyado por Washington, estaba a punto de colapsar y era corrupto. La agonía del PDC duraría algunos años más, pero la del entonces jefe de fracción empezó ahí.

El sábado 3 de mayo, la convención del PDC relevó a Guevara Lacayo del comité político del partido. Junto a él se sustituyó a Julio Adolfo Rey Prendes, a quien Guevara Lacayo había apoyado en la lucha interna por la candidatura presidencial, que al final ganó Fidel Chávez Mena.

Aquello les dejó como única opción formar otro partido: el Movimiento Auténtico Cristiano (MAC). El democristiano se despedía así de los colores que había utilizado desde 1965 y que había defendido en varios puestos, incluido el de fiscal general, cuando un francotirador asesinó a Monseñor Romero el 24 de marzo de 1980.

“Eso fue un exabrupto. Solo sabíamos que unos paramilitares habían asesinado a Romero, pero no que fue d’Aubuisson”, asegura Rey Prendes. Antonio Morales Ehrlich, otro ex dirigente verde, sostuvo que nunca tuvo pruebas sobre la relación de D’Aubuisson con el crimen; sin embargo, sabe que el presidente de la República de entonces conoció información privilegiada: “Duarte tuvo acceso a un informe del FBI (Oficina Federal de Investigaciones de los Estados Unidos) que lo convenció de que el arenero estaba involucrado”.

La cúpula del PDC tenía más dudas que certezas de un hecho que utilizaron en campaña y que ventilaron aquella noche. “Eso era una lucha entre asesinos y ladrones”, agrego Guevara Lacayo, quien recalca que en la época “se decían muchas cosas que no necesariamente eran falsas o ciertas”.

La separación del PDC solo acercó al ex democristiano a ARENA.

Guevara Lacayo estuvo en el juego político hasta mediados de los noventa. El MAC se mantuvo cerca de las posturas de ARENA hasta su fin.

Cuando el experimento con Rey Prendes se hizo humo, Guevara Lacayo llamó a las puertas del entonces presidente de la República, el arenero Armando Calderón Sol, el cual escuchó al antiguo adversario, quien le rogó un puesto en el área de cancillería. Guevara Lacayo sabía que había terminado su vida en la política de aquel entonces y que el único camino para retirarse con alguna solvencia económica estaba en entrar al servicio exterior.

Calderón Sol accedió y lo nombró cónsul salvadoreño en Toronto, Canadá, cargo que desempeñó seis años. El Salvador había cambiado desde que en los ochenta el ex pedecista se había colocado en la cúpula más importante del poder. A partir de 1994, la lucha política tiene como grandes protagonistas a la ex guerrilla, convertida en partido político, y a ARENA.

Al volver de Canadá, con sus antiguos aliados ya retirados, Guevara Lacayo se entregó a los brazos de ARENA. Los asesoró en varias ocasiones, hasta que meses antes de las elecciones de marzo de 2006 decidió vestir la camisa tricolor. Y así después de ser enemigo del partido se convirtió en aliado.

Y 5 años después el 12 de Marzo se le pudo ver de nuevo vestido con su camiseta verde y a la vez inaugurando la Casa Sede de Sensuntepeque Cabañas donde es considerado un líder histórico.

Así que después de ver los cambios de color y sobrevivir a tantas acusaciones de ARENA en los 80 y su abrupta confesión en el Pleno de la Asamblea y de rebotar de un lado a otro volvió a su casa cuna el PDC.

Que puede aprender el grupo del pueblo con esta historia, cada político en cualquier parte del mundo podrá cambiar de bandera cuando sea necesario y así que el pueblo debería de aprender de la misma forma y no llamarse de izquierda ortodoxa o de derecha tradicional si al fin y al cabo es el pueblo quien tiene el poder del voto de elegir a los lideres que desea.

Por ello debería el pueblo de informarse cuales son las plataformas de gobierno y si les parece elegir a la que mejor represente al pueblo y si en la siguientes elecciones se ve un mejor futuro con otro candidato de otro partido elegirlo de la misma forma y la misma vez castigar a aquel que no cumplió con sus promesas de campaña. PERO EL PUEBLO SIEMPRE ES CORTO DE MEMORIA.

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