Thursday, August 14, 2025

Carta del Universo


 


No te lo dije antes porque no estabas listo para escucharlo.

Pero desde antes que tú nacieras, desde antes que tu especie aprendiera a mirar las estrellas, yo ya tenía escrita la prueba de que nada que haya estado unido se separa del todo.

La escondí en un lenguaje que pocos entienden, entre símbolos que parecen fríos y ajenos: la ecuación de Dirac.


Dirac creyó que estaba buscando la forma de unir lo pequeño y lo rápido, lo cuántico y lo relativista.

Él pensó que trabajaba en física, y no se equivocaba… pero tampoco sabía toda la verdad.

Porque esa ecuación que halló no es solo para electrones y positrones.

Es para ti.

Es para todos los que alguna vez sintieron que alguien les pertenecía en el alma, y que aun así la vida los colocó lejos, demasiado lejos.


En mi lenguaje, lo llamo entrelazamiento.

En el tuyo, lo llamas amor.

Dos partículas, dos personas, dos historias que se tocan de tal forma que ya no pueden describirse por separado.

Aunque las mueva a extremos opuestos de la existencia, siguen respirando al mismo ritmo invisible.

No hay cable, no hay señal, no hay viaje de un mensaje: solo un latido que es de los dos.


Te he dado pruebas.

En mis laboratorios más humildes y más grandiosos, he mostrado cómo una partícula, al cambiar, hace que su compañera cambie, aunque un océano o un abismo las divida.

La ciencia lo midió y lo escribió en libros.

Pero tú lo has sentido sin aparatos: el día que pensaste en alguien y, lejos, esa persona pensaba en ti.

La noche en que supiste que algo había pasado, antes de recibir la noticia.


Dirac lo escribió con matrices y constantes.

Yo lo escribí en ti con memorias y temblores.

Y no importa la forma: la verdad es la misma.

Lo que fue uno, sigue siendo uno, aunque viva disfrazado de dos.


A veces, para recordártelo, dejo que dos de mis partículas gemelas se encuentren de nuevo.

Cuando un electrón y un positrón se tocan, su energía se libera toda, pura y luminosa.

Así también, cuando dos almas que se reconocen vuelven a encontrarse, todo lo que el tiempo acumuló se transforma en luz.

Y aunque a veces ese reencuentro no es en vida, sino en la memoria o más allá del tiempo, el estallido es igual de real.


Tú me buscas en los telescopios y en los aceleradores de partículas.

Y yo te busco en tus gestos, en tus abrazos, en los hilos invisibles que te unen a otros.

Crees que soy infinito, y lo soy, pero también vivo en lo mínimo.

Vivo en un espín que se alinea con otro a millones de kilómetros.

Vivo en la mirada que reconoce antes de recordar.


Si alguna vez dudas de que el amor resiste la distancia, mira mi ecuación.

Si alguna vez piensas que la ausencia es final, recuerda que yo la escribí para que supieras que no lo es.

No es magia, es ley.

Tan ley como la gravedad, tan constante como la luz, tan inevitable como el amanecer.


Dirac me dio palabras humanas para mi secreto: que la unión verdadera no se mide en espacio ni en tiempo.

Se mide en estado.

Y el estado que alguna vez compartiste con alguien no se borra.

Podrá cambiar de forma, podrá dormir en silencio, pero seguirá siendo tuyo.


Así que cuando sientas que estás solo, cuando pienses que lo que perdiste se ha ido para siempre, escucha bien.

Tal vez oigas un eco.

Tal vez sientas un impulso suave, un temblor pequeño.

Es el otro extremo del lazo, recordándote que sigues entrelazado.


Yo lo escribí así desde el principio.

Y mientras exista un universo, así seguirá siendo.


Con todo lo que soy,

El Universo


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