Basado en las palabras de Brigham Young
"When men are Saints, they will bring their thousands and lay them at the feet of the Bishops, Apostles, and Prophets, saying, 'Here is my money; it is now where it should be.'"
—Discourses of Brigham Young
Soy un hombre que ha vivido lo suficiente como para haber visto el poder del dinero en las manos equivocadas y también el milagro de lo que puede hacer cuando se consagra para propósitos celestiales. He trabajado duro durante décadas, he sostenido a mi familia, he enfrentado momentos de escasez y también he gozado de abundancia. Pero no fue sino hasta que entendí esta poderosa frase del profeta Brigham Young que comprendí de verdad el propósito eterno de los recursos que el cielo permite que administremos en esta vida.
El Dinero No Es Malo, Es una Herramienta
Desde niño, escuché muchas veces que el amor al dinero es la raíz de todos los males. Pero me tomó años entender que el dinero en sí no es ni malo ni bueno; es una herramienta. Lo que sí determina su poder es la intención detrás de su uso. Una herramienta en manos egoístas puede ser destructiva, pero esa misma herramienta, consagrada y guiada por inspiración divina, puede bendecir generaciones enteras.
Recuerdo las palabras del Salvador al joven rico: “Vende todo lo que tienes y dalo a los pobres, y ven, sígueme”. Lo que el Maestro pedía no era pobreza, sino desapego, consagración. En el fondo, le estaba preguntando: ¿A quién sirves? ¿A Dios o a tus posesiones? El joven se fue triste porque tenía muchos bienes. Y en muchos sentidos, yo también me fui triste durante años, porque no entendía lo que significaba poner el corazón donde realmente debe estar.
¿Dónde Está Mi Tesoro?
Hay un pasaje en las Escrituras que siempre me ha confrontado: “Donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” Cada vez que leo eso, hago un inventario espiritual: ¿Dónde están mis prioridades? ¿En qué gasto más tiempo, energía y recursos? Porque allí donde invierto mi dinero, allí también va mi alma.
Las palabras de Brigham Young me despertaron una inquietud profunda. Él no habla solamente de dinero. Habla de santidad. “When men are Saints…” —es decir, cuando los hombres realmente llegan a ser santos— entonces el dinero no será un problema, porque lo verán como lo que es: una herramienta al servicio del Reino de Dios.
La Economía Celestial: Un Principio de Confianza
Los hombres santos no dudan en entregar sus miles porque confían. Confían en que los líderes inspirados sabrán qué hacer con esos recursos. Confían en que no se desperdiciará ni un centavo. Pero más aún, confían en que su sacrificio personal es parte de una obra eterna. No se trata de control ni de pérdida, sino de consagración.
Y consagrar es un acto voluntario, sagrado, lleno de fe. No hay imposición en esta entrega. Los verdaderos hombres santos no esperan que alguien les ruegue que donen, ni que les prometan recompensas temporales. No dan por presión ni por culpa, dan porque han alcanzado un nivel de comprensión espiritual que les permite ver el panorama eterno.
Cuando Llegué a Entender la Ley de Consagración
No fue en una clase ni en una conferencia donde por primera vez sentí el peso de este principio. Fue en un momento muy sencillo: en mi propio hogar, viendo a mis hijos dormir. Me di cuenta de que todo lo que tenía —mi casa, mi trabajo, mis posesiones— era una bendición prestada. No había nada en mi poder que no pudiera ser quitado por el Señor en un instante. Esa noche oré, y le dije al Padre: “Lo que tengo es Tuyo. Úsalo como quieras”.
A partir de ese momento, empecé a ver mis ingresos de otra manera. Dejé de pensar en cuánto podía acumular y comencé a preguntarme cuánto podía ofrecer. No siempre fue fácil. Hubo momentos en los que la tentación del egoísmo se presentó disfrazada de prudencia. “Guarda más por si acaso”, me decía mi mente natural. Pero una voz más profunda —una voz que venía del alma— susurraba: “Confía en el Señor. Sé un mayordomo fiel, no un acumulador temeroso”.
Ejemplos Históricos de Hombres Santos
Pienso en los pioneros que cruzaron llanuras heladas, desiertos y montañas. Ellos no trajeron sus miles en maletas, pero trajeron algo más valioso: sus vidas, sus habilidades, su fe y su determinación. Dejaron tierras, casas y pertenencias atrás, porque sabían que su sacrificio tenía un propósito mayor.
Muchos vendieron todo lo que tenían para ayudar en la construcción de templos, para financiar la emigración de otros santos, o para sostener a las familias de los misioneros. Esos fueron actos de consagración reales, vividos, sufridos y celebrados. ¿Cómo no ver en ellos el cumplimiento de las palabras de Brigham Young?
Los Líderes Como Administradores del Reino
Brigham Young no estaba promoviendo la adoración a líderes humanos. Él hablaba del orden divino, de una administración establecida por el cielo. Cuando dice que los hombres pondrán su dinero a los pies de los obispos, apóstoles y profetas, no está hablando de enriquecimiento personal. Está hablando de responsabilidad sagrada.
Los líderes justos no se enriquecen con lo que se entrega; lo redistribuyen. Usan esos recursos para edificar templos, ayudar a los necesitados, financiar programas de autosuficiencia, y sobre todo, expandir la luz del Evangelio en todo el mundo. Al poner mis recursos en manos consagradas, estoy diciendo: “Confío en que se hará el bien. Estoy contribuyendo a algo más grande que yo”.
Mi Experiencia Personal con el Diezmo y las Ofrendas
He aprendido a amar la ley del diezmo y las ofrendas. No por obligación, sino por gozo. Cuando era más joven, veía el diezmo como una carga, como una resta. Hoy lo veo como un acto de fe, como una declaración de independencia del mundo. Estoy diciendo: “No dependo de mis ingresos. Dependo de Dios”.
He visto milagros financieros en mi vida. He pagado el diezmo cuando no tenía suficiente para la renta, y de maneras que no puedo explicar, el dinero llegó. No siempre fue inmediato, ni con cheques caídos del cielo. Pero siempre, de alguna manera, el Señor proveyó. Más importante aún, he sentido paz. La paz de saber que estoy en armonía con principios eternos.
¿Qué Significa Realmente Ser Santo?
Ser santo no es ser perfecto. Es ser apartado para Dios. Es vivir de tal forma que nuestras acciones, pensamientos y recursos estén alineados con Su voluntad. No es algo que se logra de la noche a la mañana, pero sí es un ideal al que podemos aspirar diariamente.
Cuando un hombre se convierte verdaderamente en santo, su alma deja de aferrarse a lo temporal. Está dispuesto a darlo todo, no porque desprecie lo material, sino porque ha aprendido a valorar lo eterno.
Reflexión Final: Una Vida Consagrada Vale Más que Mil Tesoros
Cuando me acuesto cada noche, ya no pienso en cuánto tengo en el banco, sino en cuánto he entregado al Señor. No hablo sólo de dinero. Hablo de tiempo, talentos, influencia, energía, amor, perdón. Todo lo que soy, todo lo que poseo, quiero que esté al servicio del bien.
No sé si algún día tendré “miles” para poner a los pies de los profetas. Pero sé que cada día pongo mi corazón. Y ese, según aprendí, es el sacrificio que más agrada al cielo.
Conclusión:
"When men are Saints, they will bring their thousands and lay them at the feet of the Bishops, Apostles, and Prophets, saying, 'Here is my money; it is now where it should be.'"
Esa frase ya no la veo como un mandato ni una obligación, sino como una meta gloriosa. Aspiro a ese día en que, junto con muchos otros, pueda decir con gozo: “Aquí está lo que tengo. Está ahora donde debe estar. En las manos de Dios”.
Porque cuando un hombre se convierte en santo, entiende que la mayor inversión no está en bienes perecederos, sino en la eternidad.
Felicidades al escritor 🌷
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