Saturday, February 15, 2025

Diablo Destruye, Jesucristo Sana: La Lucha Entre la Oscuridad y la Luz Según las Escrituras



En el vasto panorama de la existencia humana, hay una lucha constante entre las fuerzas que buscan destruir y aquellas que buscan sanar. Esta dualidad no es nueva; desde los albores de la creación, hemos sido testigos de cómo el adversario, a quien muchos conocen como Diablo, ha trabajado incansablemente para llevar a las almas hacia la oscuridad. Sin embargo, en contraste, Jesucristo, el Salvador del mundo, ha extendido Su mano misericordiosa para sanar, redimir y elevar a aquellos que buscan la luz. Esta lucha entre la destrucción y la sanación es un tema central en las escrituras y en la doctrina que guía a los fieles.

En el libro de Moisés, encontramos un relato poderoso que nos ayuda a comprender el origen de esta lucha. Cuando Lucifer, un hijo de la mañana, se rebeló contra el plan de Dios, buscó destruir la agencia del hombre y usurpar la gloria del Padre. Su deseo era forzar a todos a seguirle, negándoles la oportunidad de elegir por sí mismos. Como consecuencia, fue expulsado de la presencia de Dios y se convirtió en el adversario de toda justicia. Desde entonces, su misión ha sido "destruir las almas de los hombres" (2 Nefi 28:20). Esta es una realidad que no podemos ignorar, pues sus tentaciones y engaños están presentes en cada esquina de nuestra vida.

Sin embargo, frente a esta realidad, tenemos la promesa de Jesucristo, quien declaró: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar" (Mateo 11:28). Estas palabras no son solo un consuelo, sino una invitación a dejar atrás las cadenas de la destrucción y abrazar la sanación que solo Él puede ofrecer. En el Libro de Mormón, leemos cómo el Salvador visitó a los nefitas después de Su resurrección y les enseñó que Él es la luz y la vida del mundo. Les mostró que, a través de Su expiación, todas las heridas, tanto físicas como espirituales, pueden ser sanadas.

Pero, ¿por qué es tan importante seguir los principios del Evangelio para experimentar esta sanación? Las escrituras nos dan una respuesta clara. En Doctrina y Convenios, se nos enseña que "cuando obtenemos alguna bendición de Dios, es por la obediencia a aquella ley sobre la cual se basa" (D y C 130:21). Esto significa que los principios del Evangelio no son meras sugerencias, sino leyes eternas que, cuando se siguen, nos permiten acceder al poder sanador de Cristo. Por ejemplo, el arrepentimiento es un principio fundamental que nos permite dejar atrás nuestros errores y acercarnos a la luz. Como dice Alma: "No podéis ser salvos en vuestros pecados" (Alma 11:37). Es solo a través del arrepentimiento sincero que podemos ser limpios y experimentar la paz que viene de Cristo.

Además, la oración es otro principio esencial. En el libro de 3 Nefi, el Salvador enseña: "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá" (3 Nefi 14:7). La oración no solo es un medio para comunicarnos con Dios, sino también una herramienta poderosa para recibir guía y fortaleza en medio de nuestras luchas. Cuando oramos con fe, estamos invitando a Cristo a ser parte de nuestra vida, permitiéndole sanar nuestras heridas y fortalecer nuestro espíritu.

Es interesante notar cómo, a lo largo de la historia, filósofos y pensadores han reflexionado sobre esta lucha entre el bien y el mal. El filósofo japonés Daisetsu Teitaro Suzuki una vez dijo: "En el corazón de cada hombre hay una batalla entre la luz y la oscuridad, y es en esta batalla donde se define el verdadero carácter". Esta idea resuena profundamente con las enseñanzas de las escrituras, que nos instan a elegir la luz y a seguir a Cristo, quien es "el camino, la verdad y la vida" (Juan 14:6).

Otro filósofo japonés, Kitaro Nishida, también reflexionó sobre la importancia de la sanación espiritual. Él dijo: "La verdadera paz no es la ausencia de conflicto, sino la presencia de armonía interior, incluso en medio del caos". Esta armonía interior es precisamente lo que Jesucristo ofrece a aquellos que le siguen. A través de Su expiación, podemos encontrar paz incluso en los momentos más difíciles de nuestra vida.

En el libro de Isaías, encontramos una promesa que nos llena de esperanza: "Él herido fue por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados; el castigo de nuestra paz fue sobre él, y por su llaga fuimos nosotros curados" (Isaías 53:5). Esta escritura nos recuerda que, aunque el adversario busca destruirnos, Cristo ya ha pagado el precio por nuestras heridas. Él ha tomado sobre Sí nuestros dolores y sufrimientos, ofreciéndonos la oportunidad de ser sanados y redimidos.

Sin embargo, es importante recordar que esta sanación no es automática. Requiere de nuestra parte un esfuerzo sincero por seguir los principios del Evangelio y acercarnos a Cristo. En el libro de Santiago, se nos enseña: "Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros" (Santiago 4:8). Esto implica que debemos tomar la iniciativa de buscar a Cristo, de estudiar Sus enseñanzas y de aplicarlas en nuestra vida diaria.

En conclusión, la lucha entre Diablo, quien busca destruir, y Jesucristo, quien busca sanar, es una realidad que todos enfrentamos. Pero gracias a las enseñanzas de las escrituras y a los principios del Evangelio, tenemos la seguridad de que, si seguimos a Cristo, podemos ser sanados y redimidos. Como dijo el apóstol Pablo: "Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo" (1 Corintios 15:57). Que podamos elegir la luz y permitir que Cristo nos guíe en nuestro camino hacia la sanación y la paz eterna.

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