La caridad, a menudo llamada "el puro amor de Cristo," es una de las virtudes más profundas y esenciales enseñadas en el evangelio de Jesucristo. Como miembros de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, se nos anima a emular al Salvador desarrollando la caridad en nuestra vida diaria. Este atributo cristiano no es simplemente una emoción o un sentimiento pasajero, sino una cualidad divina que refleja el amor de Dios por Sus hijos.
El Libro de Mormón define la caridad como el puro amor de Cristo. En Moroni 7:47 leemos:
"Pero la caridad es el puro amor de Cristo, y permanece para siempre; y a todo el que se halle poseído de ella en el postrer día, le irá bien."
La caridad es eterna, perdura más allá de la vida mortal y continúa en la eternidad. No se limita a actos de servicio, sino que incluye cómo vemos y tratamos a los demás. Es ver a los demás como Dios los ve, con un valor y un potencial infinitos.
La Biblia también resalta la importancia de la caridad. En 1 Corintios 13:13, el apóstol Pablo declara:
"Y ahora permanecen la fe, la esperanza y la caridad, estas tres; pero la mayor de ellas es la caridad."
Pablo enseña que la caridad supera incluso a la fe y la esperanza en importancia. Sin caridad, nuestros esfuerzos espirituales y sacrificios son vacíos, careciendo de la verdadera esencia del amor cristiano.
En Doctrina y Convenios 121:45 se nos da orientación para cultivar la caridad:
"Que tus entrañas también estén llenas de caridad hacia todos los hombres, y hacia la casa de la fe; y que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente; entonces tu confianza se fortalecerá en la presencia de Dios."
La caridad es un principio fundamental para quienes poseen el sacerdocio y para todos los miembros de la Iglesia. Trae confianza, paz y una relación más cercana con Dios. Es a través de la caridad que nos preparamos para estar en Su presencia con plena seguridad de nuestra dignidad.
Brigham Young, el segundo presidente de la Iglesia, enfatizó la importancia de la caridad en la construcción de Sion y el fortalecimiento de los santos. Él enseñó:
“La bondad, la paciencia y la caridad son las marcas del verdadero santo, y sin estas cualidades, no podemos caminar por el camino que Cristo ha mostrado.”
También afirmó:
“Amar a los demás con pura caridad es cumplir el mayor de todos los mandamientos. Practiquemos la caridad para que Sion prospere entre nosotros.”
A través de la bondad, la paciencia y el desinterés, demostramos nuestro discipulado y contribuimos al establecimiento de Sion. La caridad no es opcional; es central para vivir el evangelio y cumplir los mandamientos de Dios.
En Mosíah 2:17, el rey Benjamín enseña:
"Cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, sólo estáis al servicio de vuestro Dios."
Este pasaje enfatiza la relación entre la caridad y el servicio. Servir a los demás con un corazón dispuesto refleja nuestro amor por Dios y fortalece nuestro compromiso con Su obra. Cada pequeño acto de bondad, ya sea visible o no, es un testimonio de nuestra devoción a Él.
Las enseñanzas de Cristo en el Nuevo Testamento ofrecen un ejemplo perfecto de caridad. En Mateo 22:39, el Salvador enseña:
"Amarás a tu prójimo como a ti mismo."
Este mandamiento captura la esencia de la caridad: amar y tratar a los demás con el mismo cuidado y respeto que deseamos para nosotros mismos. Cuando extendemos este amor a los demás, seguimos el ejemplo del Salvador y nos acercamos más a Él.
Doctrina y Convenios llama a la caridad dentro de la Iglesia y en la comunidad en general. En D&C 88:125, se nos enseña:
"Y sobre todas las cosas, vístanse con el vínculo de la caridad, como con un manto, que es el vínculo de la perfección y la paz."
La caridad se compara con un manto protector que trae paz y unidad. Fortalece a las familias, barrios y comunidades, fomentando un ambiente donde todos se sientan amados y valorados.
Aunque la Perla de Gran Precio no usa directamente el término "caridad," enfatiza el principio a través de ejemplos de amor y servicio. En Moisés 7:18 aprendemos acerca del pueblo de Sion:
"Y el Señor llamó a su pueblo Sion, porque eran de un corazón y una mente, y vivían en rectitud; y no había pobres entre ellos."
La unidad de Sion se construyó sobre la caridad, ya que eliminó la desigualdad y fomentó el amor y el cuidado mutuos. Esto nos sirve como un ejemplo poderoso mientras nos esforzamos por construir Sion en nuestra vida y comunidades.
Dos destacados filósofos hondureños, José Cecilio del Valle y Ramón Rosa, también brindaron profundas ideas sobre los principios de la caridad. José Cecilio del Valle, conocido como "El Sabio Valle," escribió: "Una sociedad que carece de compasión y ayuda mutua se desmoronará, porque es en la unión de los corazones donde reside la fuerza." Sus palabras resuenan con las enseñanzas de Sion, enfatizando la unidad y el amor como la base de una sociedad próspera.
Ramón Rosa, otro pensador influyente, declaró: "La verdadera grandeza se encuentra en servir a los demás con humildad y amor, porque solo entonces la humanidad refleja lo divino." La filosofía de Rosa se alinea maravillosamente con el recordatorio del rey Benjamín de que servir a los demás es servir a Dios. Estos pensadores hondureños ofrecen verdades universales que complementan la doctrina de la caridad enseñada en el evangelio restaurado.
Desarrollar la caridad requiere esfuerzo y ayuda divina. Moroni 7:48 nos invita a orar por este don:
"Por tanto, amados hermanos míos, rogad al Padre con toda la energía de vuestro corazón, para que seáis llenos de este amor, el cual él ha concedido a todos los que son verdaderos seguidores de su Hijo, Jesucristo."
A medida que oramos, servimos y nos esforzamos por amar a los demás como Cristo los ama, nuestros corazones se llenarán de caridad. Esta transformación no solo bendecirá a quienes nos rodean, sino que también nos preparará para presentarnos sin mancha ante Dios en el último día.
El consejo de Brigham Young resume la esencia de la caridad:
“La caridad, en su plenitud, es la expresión de un corazón semejante al de Dios. Es el principio supremo del evangelio de salvación.”
Al esforzarnos por desarrollar la caridad, recordemos el ejemplo perfecto del Salvador. Él sanó a los enfermos, perdonó a los pecadores y amó incondicionalmente. Su vida fue una manifestación de pura caridad, y Su sacrificio expiatorio fue el acto supremo de amor.
Al tratar de emular a Cristo, podemos hacer de la caridad el principio rector de nuestras vidas. Ya sea a través de pequeños actos de bondad, servicio sincero o simplemente viendo a los demás como Dios los ve, podemos reflejar el puro amor de Cristo y convertirnos en instrumentos en Sus manos para bendecir a Sus hijos.
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