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A lo largo de mi vida como miembro de La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, he encontrado en Josué 24:15 una declaración que ha resonado profundamente en mi corazón y en mi hogar: “Yo y mi casa serviremos a Jehová.” Esta escritura no solo define un compromiso personal, sino que establece el fundamento para guiar a nuestras familias en rectitud y fe. Como hombre, esposo, y padre, he experimentado cómo este principio puede transformar la vida familiar y espiritual.
Josué, en su momento, enfrentó una realidad similar a la nuestra: un mundo lleno de opciones y caminos que, a primera vista, podrían parecer atractivos pero que no conducen al Señor. En su tiempo, invitó a los hijos de Israel a tomar una decisión. Esa misma invitación nos llega hoy, y a menudo me pregunto: ¿Cómo puedo asegurar que mi familia y yo permanezcamos firmes en el servicio a Dios en medio de un mundo tan complejo?
La importancia del albedrío en nuestras elecciones
El plan de salvación, como lo entendemos en la Iglesia, gira en torno al albedrío, el don divino de escoger entre el bien y el mal. Josué instó a los israelitas a tomar una decisión consciente: “Escogeos hoy a quién sirváis.” Para mí, este versículo es un recordatorio de que las decisiones que tomo diariamente afectan no solo mi relación con Dios, sino también la de mi esposa y mis hijos.
El Libro de Mormón también nos enseña sobre la importancia de escoger el bien. En 2 Nefi 2:27, Lehi declara: “Los hombres son libres según la carne; y les son dadas todas las cosas que son convenientes al hombre. Y son libres para escoger la libertad y la vida eterna… o para escoger la cautividad y la muerte.” Este principio me ha ayudado a reflexionar sobre mi responsabilidad como cabeza de familia. No puedo obligar a mis hijos a servir al Señor, pero puedo enseñarles con mi ejemplo y ayudarlos a entender por qué es la mejor elección.
El hogar como centro del evangelio
He aprendido que el hogar debe ser un refugio espiritual. Mi esposa, Arianna, y yo hemos trabajado juntos para que nuestro hogar sea un lugar donde el Espíritu pueda morar. Esto no significa que siempre sea fácil. Hay desafíos, días difíciles y momentos en los que la vida nos pone a prueba. Pero es en esos momentos cuando recuerdo las palabras de Josué y tomo fuerzas para mantenerme firme en el convenio que hice con el Señor.
En Doctrina y Convenios 88:119 se nos invita a organizar nuestros hogares como templos: “Preparad toda necesidad; estableced una casa, sí, una casa de oración, una casa de ayuno, una casa de fe, una casa de aprendizaje, una casa de gloria, una casa de orden, una casa de Dios.” Esta escritura se ha convertido en una guía para mi familia. Hemos aprendido que cuando colocamos a Cristo en el centro de nuestro hogar, nuestras prioridades cambian. El servicio al Señor deja de ser una obligación y se convierte en una bendición.
Consejos de los profetas de la Iglesia
En la década de 1920, el presidente Heber J. Grant enseñó: “El hogar es el lugar donde los principios del evangelio se enseñan mejor, y donde los padres tienen la responsabilidad de guiar a sus hijos en rectitud.” Estas palabras me han inspirado a dedicar tiempo de calidad a enseñar a mis hijos. Ya sea leyendo las escrituras juntos o simplemente compartiendo nuestras experiencias diarias, siempre busco formas de fortalecer su fe.
Más adelante, el presidente George Albert Smith también testificó: “Cuando tomamos la decisión de servir al Señor, influimos en generaciones. El ejemplo de un padre justo deja un legado eterno.” Esta cita me recuerda que mis esfuerzos por servir a Dios y enseñar a mi familia no solo tienen un impacto inmediato, sino también eterno.
Filosofía práctica desde Belice
Aunque la mayoría de las enseñanzas que aplico en mi vida provienen de la doctrina del evangelio, también encuentro sabiduría en las ideas de filósofos y pensadores. Desde Belice, el filósofo Samuel Haylock sugirió que “La unidad familiar es la mayor fortaleza de una sociedad; si quieres cambiar el mundo, comienza con tu hogar.” Estas palabras se alinean perfectamente con lo que enseña la Iglesia. No hay mayor servicio que podamos ofrecer al Señor que ayudar a nuestra familia a caminar en rectitud.
Otro pensador beliceño, Thomas Villanueva, declaró: “El éxito espiritual no se mide por las riquezas o el poder, sino por la paz que reina en el corazón de aquellos que siguen a Dios.” Estas ideas me ayudan a recordar que, aunque la vida puede ser incierta, si mi familia y yo servimos al Señor, encontraremos paz y propósito.
La influencia de las escrituras en mi vida
Otra escritura que ha sido clave en mi experiencia es Alma 37:6, que dice: “Por cosas pequeñas y sencillas se realizan grandes cosas.” En el día a día, no siempre puedo hacer actos grandes para demostrar mi servicio al Señor, pero puedo orar con mi familia, leer las escrituras y fortalecer nuestra fe mediante acciones pequeñas y consistentes.
Además, en Mosíah 2:17 aprendemos: “Cuando os halláis al servicio de vuestros semejantes, solo estáis al servicio de vuestro Dios.” Esta escritura me inspira a involucrar a mi familia en actos de servicio. A menudo, participamos juntos en proyectos de ayuda comunitaria o visitamos a miembros de la Iglesia que necesitan apoyo. Estas experiencias nos unen y nos ayudan a recordar que estamos en esta vida para servir, no para ser servidos.
Mi testimonio personal
Concluyo este blog compartiendo mi testimonio de que Josué 24:15 es mucho más que un versículo poderoso. Es un compromiso personal y familiar que define quiénes somos y en qué creemos. Sé que al elegir servir al Señor, mi hogar está lleno de paz y dirección.
A menudo reflexiono sobre cómo el evangelio ha bendecido mi vida y la de mi familia. No somos perfectos, pero tenemos la confianza de que, al hacer de Cristo nuestro enfoque, podemos superar cualquier desafío. Sé que al seguir este camino, estamos creando un legado eterno para nuestros hijos y las generaciones futuras.
Para aquellos que puedan leer estas palabras, les invito a reflexionar sobre su propio compromiso con el Señor. ¿Está Cristo en el centro de sus vidas y hogares? Si no es así, no es demasiado tarde para cambiar. Tal como Josué invitó a los hijos de Israel, hoy los invito a escoger a quién servirán. Testifico que, al hacerlo, encontrarán paz, gozo y propósito en sus vidas.
Que todos podamos decir con confianza: “Yo y mi casa serviremos a Jehová.”
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