Introducción: En Proverbios 27:2 leemos: "Que te alabe de el extraño, y no tu propia boca; el ajeno, y no tus labios". Esta enseñanza me resuena profundamente. Desde que me convertí a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, he aprendido que la humildad no es solo una virtud admirable, sino un estilo de vida que refleja nuestro compromiso con Dios. En mi camino de fe, he comprendido que no estamos aquí para buscar aplausos, sino para servir a otros y confiar en que el Señor reconocerá nuestras buenas obras a su debido tiempo. La historia de la Iglesia en México, las enseñanzas de las escrituras, y las palabras de líderes nos inspiran a vivir con sencillez, recordando que nuestra verdadera recompensa proviene de Dios.
1. El Primer Contacto Misionero en México (1875, Ciudad de México) Uno de los primeros ejemplos de humildad en la historia de la Iglesia en México fue cuando el misionero Meliton González Trejo llegó a la Ciudad de México en 1875. Él era un converso español, que con gran fe y sin buscar reconocimiento personal, se embarcó en la misión de llevar el Evangelio a un país donde nadie lo conocía. No tenía una multitud que lo aplaudiera ni reconocimientos de grandes líderes; solo llevaba consigo el deseo sincero de compartir el mensaje de Cristo. Me inspira imaginar su entrega silenciosa, su disposición para trabajar con humildad y dedicación. Como él, siento la invitación de vivir en obediencia, permitiendo que sea el Señor quien reconozca mis esfuerzos, en lugar de buscar elogios mundanos.
2. La Dedicación del Templo de la Ciudad de México (2 de diciembre de 1983, Ciudad de México) Cuando aprendí sobre la dedicación del Templo de la Ciudad de México en 1983, experimenté una gran reverencia y gratitud. Fue un evento histórico presidido por el presidente Gordon B. Hinckley, entonces miembro del Quórum de los Doce Apóstoles. Este templo se levantó gracias a la humildad y sacrificio de miembros que trabajaron arduamente, con fe, en silencio y sin esperar recompensas. Para ellos, ver ese templo terminado era un símbolo de que el Señor conocía sus corazones y sus esfuerzos. Para mí, esto refleja el mensaje de Proverbios 27:2: en lugar de exaltar sus logros, estos miembros confiaron en que el Señor les brindaría la paz y el reconocimiento espiritual que solo Él puede dar.
3. La Conferencia Area en Guadalajara (11 de noviembre de 1977, Guadalajara, Jalisco) En 1977, la Iglesia celebró una conferencia especial en Guadalajara, en la que el presidente Spencer W. Kimball habló a los santos de México. En su mensaje, recordaba a los miembros que el crecimiento de la Iglesia era resultado de muchos años de fe y dedicación silenciosa. Este evento no solo celebraba los logros de la Iglesia en el país, sino también el esfuerzo de los miembros que, con humildad, dedicaron sus vidas al Evangelio. Al reflexionar sobre esta historia, entiendo que la verdadera grandeza no viene de las obras que se alaban a sí mismas, sino de los actos de servicio que honran a Dios y sirven a los demás.
Enseñanzas de las Escrituras: El Salvador también nos enseñó esta misma lección. En el Nuevo Testamento, en Mateo 23:12, encontramos una enseñanza de Jesús que me ayuda a recordar el valor de la humildad: “El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido”. Con esta frase, el Señor nos invita a no elevarnos por encima de los demás, sino a mantenernos firmes en el propósito de servir y amar. Al aceptar que mis logros no necesitan ser exaltados, siento una paz que solo el Señor puede dar.
Asimismo, en El Libro de Mormón, el rey Benjamín enseña algo que siempre toca mi corazón: “El hombre natural es enemigo de Dios… a menos que se someta al influjo del Espíritu Santo, y se despoje del hombre natural y se vuelva un santo, por la expiación de Cristo, el Señor, y se vuelva como un niño: sumiso, manso, humilde, paciente, lleno de amor” (Mosíah 3:19). Este pasaje me recuerda que el proceso de ser verdaderamente humilde no es fácil; exige que deje de lado mi orgullo, mi deseo de ser elogiado, y que me convierta en un discípulo dispuesto a servir y a someterme a la voluntad de Dios, sin importar si los demás lo reconocen o no.
Como alguien que también ama mi país, encuentro inspiración en palabras de líderes que han sabido valorar la humildad. Benito Juárez, uno de los héroes de México, expresó en 1867: “Entre los individuos, como entre las naciones, el respeto al derecho ajeno es la paz.” Este mensaje es un llamado a vivir con humildad y respeto hacia los demás, recordándome que en vez de buscar ser reconocido, debo honrar y servir a quienes me rodean.
El presidente Andrés Manuel López Obrador, en una conferencia en Palacio Nacional en 2020, también destacó el valor de la humildad al decir: “La humildad es el camino que nos permite construir un México mejor para todos.” Estas palabras refuerzan en mí la idea de que la humildad no solo es un principio espiritual, sino una base para construir una sociedad justa y unida.
Reflexión final: En este camino de conversión y crecimiento en la fe, he llegado a comprender que la humildad es una virtud esencial para seguir a Cristo. Al vivir el mensaje de Proverbios 27:2, siento que el Señor me invita a confiar en que mis obras, aunque pasen desapercibidas para el mundo, serán reconocidas por Él. No necesito alabarme a mí mismo ni buscar que otros lo hagan. La verdadera paz viene cuando vivo en armonía con Dios, sirviendo con amor y gratitud. Y, al final, sé que el Señor me recompensará de una manera que el mundo no puede ofrecer. Mi deseo es que cada día mis acciones reflejen este espíritu de humildad, honrando a Dios y fortaleciendo mi fe en Su amor y Su gracia.
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